martes, 29 de abril de 2008

Tierra Rionegrina 07-2005

Reflexiones sobre nuestra tierra rionegrina

MENSAJE DEL DEPARTAMENTO DE PASTORAL SOCIAL DE LA DIÓCESIS DE SAN CARLOS DE BARILOCHE – JULIO 2005

“‘Del Señor es la tierra y cuanto hay en ella, el orbe y los que en él habitan’ (Sal 24,1), es la afirmación de fe que recorre toda la Biblia y confirma la creencia de nuestros pueblos de que la tierra es el primer signo de la Alianza de Dios con el hombre.” Sto. Domingo 171.

El hecho de que cerca de la tercera parte de los pequeños y medianos productores de la región patagónica se hayan visto obligados a abandonar su porción de tierra durante los últimos 15 años debe constituir una alarma y un llamado a todos los hombres, especialmente a quienes habitamos este suelo rionegrino.

El sistema de uso y reparto de la tierra que rige en la Patagonia tiene sus cimientos en la explotación del hombre por el hombre, en la producción irracional de la riqueza sin medir las consecuencias de ninguna índole, en una concepción de la propiedad privada que inhabilita a la tierra para cumplir con la función social que debería tener para el desarrollo de la humanidad y en una utilización de los recursos naturales incompatible con la sustentabilidad y con los derechos humanos.

LA SITUACIÓN

Como cristianos, hijos de un mismo Padre, estamos preocupados por la situación que hoy viven muchos de nuestros hermanos, a partir de una concepción errónea sobre la tenencia y el uso de la tierra. Podemos comenzar esta reflexión resumiendo esta dura realidad en cinco grandes problemas:

1. La concentración de enormes extensiones de tierra en pocas manos, dando lugar a un mercado inmobiliario inescrupuloso que establece la regularización de los títulos en manos de quienes no trabajan la tierra, lo que nos permite hablar de una "producción agropecuaria sin productores".

2. La extracción de los recursos naturales, tales como el agua, los hidrocarburos o los minerales, a través de métodos degradantes y lesivos del medio ambiente.

3. La situación de los ocupantes de hecho a gran escala, muchos de ellos productores desplazados de sus tierras de origen, quienes se ven a su vez obligados a ocupar un terreno en áreas marginales de los núcleos urbanos a raíz de injustas ejecuciones hipotecarias de sus predios, o simplemente por falta de oportunidades en su lugar de origen, lo que se traduce en la pérdida de sus tierras y en datos alarmantes de una nueva marginalidad en las ciudades.

4. La migración de los jóvenes, que reviste un carácter de verdadero éxodo, y que tiene raíces profundas en la desvalorización de la tierra como fuente de vida y en las duras condiciones de subsistencia en el campo. De continuar esta tendencia se complica seriamente la posibilidad de la ocupación y de la producción de cara al futuro.

5. La mirada indiferente de la clase política. Si bien es posible y gratificante encontrar excepciones, constatamos que en líneas generales el Estado y los partidos renuncian sistemáticamente a decidir y planificar sobre el uso y tenencia de este recurso estratégico en función de un proyecto de país a largo plazo en el que se hallen garantizados la soberanía y resguardados los intereses de sus habitantes.

“Por parte vuestra, responsables de los pueblos, clases poderosas que tenéis a veces improductivas las tierras que esconden el pan que a tantas familias falta: la conciencia humana, la conciencia de los pueblos, el grito del desvalido y, sobre todo, la voz de Dios, la voz de la Iglesia os repite conmigo: no es justo, no es humano, no es cristiano continuar con ciertas situaciones claramente injustas. Hay que poner en práctica medidas reales, eficaces, a nivel local, nacional e internacional, en la amplia línea marcada por la Encíclica “Mater et Magistra”... Amadísimos hermanos e hijos: trabajad en vuestra elevación humana” Palabras de Juan Pablo II, en Oaxaca, México (9. AAS LXXI, p. 210).

La concentración de la tierra en pocas manos

Observamos con preocupación la concentración de las tierras en muy pocas manos, principalmente de grupos y sociedades extranjeros, que proponen un modo de explotación altamente extractivo de sus recursos naturales a corto plazo, con escasos o nulos beneficios para la población o los estados.

Así como a nivel nacional, 103.000 de los otrora 400.000 pequeños y medianos productores debieron dejar su tierra desde 1988 a 2002, en Patagonia ha venido sucediendo lo mismo en iguales porcentajes por razones diversas, entre las que se cuentan la rebaja inédita en el precio de la lana durante esos años; la ejecución de las hipotecas y de los créditos obtenidos para producciones que resultaron ruinosas en virtud de las políticas públicas propuestas durante el período (14.000.000 de has. afectadas en todo el país); escasas o nulas posibilidades de desarrollo en sus lugares por sufrir condiciones extremas y por falta de apoyo y promoción desde los gobiernos para afrontar las mismas; levantamiento de medios de transporte y comunicación; desertificación creciente basada en la monoproducción; avance de las mineras o de las empresas extractoras de hidrocarburos destruyendo cualquier otra opción de vida a su paso, etc.

Hoy tenemos una situación concreta: "Tierra sin gente, gente sin tierra, el mundo al revés".

Cuando nuestros obispos latinoamericanos, reunidos en Puebla, México, en 1979, señalaron las causas de las injusticias que vivía el hombre de la región, incluyeron a “la falta de reformas estructurales de la agricultura, adecuadas a cada realidad, que ataquen con decisión los graves problemas sociales y económicos del campesinado: el acceso a la tierra y a los medios que hagan posible un mejoramientos de la productividad y la comercialización”. Puebla, nro. 68.

La extranjerización

4.000.000 de hectáreas han sido vendidas recientemente en Patagonia a muy pocas manos, principalmente extranjeras, sea para realizar explotaciones agrícolas, mineras o hidrocarburíferas, o simplemente para su ocio, "alejados del mundanal ruido". Hoy se encuentran a la venta "al mejor postor" 3.800.000 hectáreas más, sumando así 7.800.000 hectáreas que se estarían perdiendo para la utilización de ese recurso como herramienta de cambio para la injusticia imperante. Lo propio sucede a nivel nacional, donde 16.900.000 ya han sido vendidas y otras 13.000.000 están a la venta, sumando así la friolera de casi 30.000.000 de hectáreas sobre las que la gente podría haber propuesto proyectos productivos o alternativas de vida que hoy ya se encuentran indisponibles.

Paradójicamente, y a pesar de la dimensión económica que representan estos grandes "inversores", muchas de sus estancias deben grandes sumas a los estados provinciales en carácter de impuesto inmobiliario, argumento en virtud del cual los propios funcionarios desplazaban a los pequeños productores y ocupantes indígenas de las tierras fiscales y que teóricamente se solucionaba a partir de la "privatización" de esas mismas tierras en manos de esos pocos inversores "solventes".

Las poblaciones afectadas pierden definitivamente su libre entrada a lo que siempre accedieron (bosques, costas, etc.), provocando grandes e indeseables cambios ambientales y afectando gravemente los derechos humanos en el caso de las empresas mineras e hidrocarburíferas.

“En América Latina y el Caribe las grandes ciudades están enfermas en sus zonas centrales deterioradas y sobre todo en sus villas de miseria. En el campo, las poblaciones indígenas y campesinas son despojadas de sus tierras o arrinconadas en las menos productivas y se siguen talando y quemando los bosques en la Amazonia y en otras partes del Continente. Ante esta crisis, se viene proponiendo como salida el desarrollo sostenible que pretende responder a las necesidades y aspiraciones del presente, sin comprometer las posibilidades de atenderlas en el futuro. Se quiere así conjugar el crecimiento económico con los límites ecológicos.” Santo Domingo, nro. 169.

La tierra, el agua y la moda

Resulta aún poco difundido en nuestra cultura, pero despierta un notable interés para quienes planean estratégicamente el futuro mundial el hecho de que también la Patagonia es una fuente muy importante de agua potable (la segunda fuente del mundo en cantidad por habitante), garantizada a través de infinitos ríos, arroyos, vertientes y hasta grandes extensiones de hielos continentales. Los espacios del planeta que tienen disponibilidad de agua dulce y densidad poblacional baja se han convertido en el botín de los poderosos del mundo, que se los disputan para garantizarse su bienestar y calidad de vida.

Además, esta región, con su propia identidad, ha llegado a transformarse en una suerte de "moda" para los países centrales; éstos consideran que Amazonia, Australia, Patagonia o Antártida, territorios aún vírgenes para un mundo industrializado, agonizante por la guerra, la polución y la aglomeración de personas, constituyen hoy un verdadero "salvoconducto" para quienes cuenten con cierto nivel de medios a fin de escapar de cualquier crisis regional o conflicto armado.

Existen importantes extensiones de tierras perfectamente cultivables a través de métodos modernos, no disponibles para los pequeños productores y comunidades indígenas. Además de contar con todas las fuentes de energía (petróleo, gas, energía hidroeléctrica, eólica y solar) existen infinitos bosques naturales y grandes extensiones de Parques Nacionales, ideales para el mentado canje "verde por verde", así como gran riqueza minera y fauna marítima capaz de alimentar a varios países.

LA TIERRA, DON DE DIOS PARA TODOS

Cuando hablamos del término "tierra" debemos comprender que estamos tratando del recurso estratégico por excelencia de toda comunidad, del primer y principal elemento de producción en la historia de la humanidad y desde el cual se derivaron siempre todos los demás recursos que dieron pie al desarrollo de los pueblos.

La tierra, unidad de lo diverso y organismo vivo del cual sin duda formamos parte como especie humana, se encuentra sometida a procesos indeseables que redundan en daños irreparables y comprometen el futuro de las generaciones venideras, tales como el calentamiento global, la degradación del suelo y del medio ambiente, la extracción de sus recursos no renovables con métodos que la destruyen, el agotamiento y contaminación de sus aguas, las migraciones forzadas de pueblos enteros a raíz de hechos generados por el hombre.

Debemos partir también de la base de que la tierra no ha sido producida por nadie en particular, habiéndonos sido dada por Dios. Por tanto, ningún ser humano podrá arrogarse el derecho de hacer con ella cualquier cosa que le plazca por el solo hecho de figurar como "propietario" de la misma, dado que involucra con su accionar al recurso de las generaciones venideras. La tierra, además, es un bien no reproducible, lo que significa que así como nadie la produjo, nadie tampoco podrá crear otra igual. Debemos adicionar el hecho de que estamos hablando de un bien limitado, dado que no existen otras tierras disponibles que las ya existentes.

“La convicción de que ‘Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todo el género humano’ (Gaudium et spes, 69) ha de inspirar un sistema de gestión de los recursos más justo y mejor coordinado a nivel mundial. La Iglesia hace suya la preocupación por el medio ambiente e insta a los gobiernos para que protejan este patrimonio según los criterios del bien común.” Santo Domingo, nro. 23.

A pesar de lo expuesto, tanto en Argentina como en los países vecinos, la apropiación de las mejores tierras no se ha operado en favor de los campesinos minifundistas, ni de los indígenas o de los que no tienen hogar sino que, muy por el contrario, ha recaído en muy pocas manos de una determinada clase social, devenida en "terrateniente" en función de haber aprovechado procesos violentos de despojo de pueblos originarios o políticas oficiales generadas por funcionarios cómplices.

La concentración de los bienes materiales en el mundo, dentro de los cuales se halla la tierra, es expresión de la concentración del poder en unos pocos grupos que no dudan, a la hora de defender y acrecentar sus intereses, en hacer sufrir penurias impensables al resto de la humanidad, aún cuando el desarrollo de la ciencia y la investigaciones aplicadas al proceso productivo hayan logrado niveles de producción sin precedentes. La injusticia e inequidad de esta situación es propia y fundamento del sistema vigente.

El territorio y la identidad

Resulta prácticamente innecesario describir el carácter esencial que para los pueblos indígenas guarda su relación con la "tierra" que poseen ancestralmente. Baste para ello consignar el significado del propio nombre con que se identifica a uno de los Pueblos Originarios de la Patagonia: "Mapuche = Gente de la tierra"

Sin embargo, es necesario aclarar que para los integrantes de los pueblos originarios el vocablo "tierra" se enmarca en el concepto de "territorio", puesto que el mismo corresponde al espacio necesario y esencial para el desarrollo y transmisión de su cultura ancestral.

En la cosmovisión de estos pueblos, el desarrollo o evolución de las personas no se halla directamente relacionado con el "progreso material"; muy por el contrario, el mayor hincapié se encuentra dado en la ESPIRITUALIDAD y en su estilo de vida COMUNITARIO.

”Si la Iglesia en América, fiel al Evangelio de Cristo, desea recorre el camino de la solidaridad, debe dedicar una especial atención a aquellas etnias que todavía hoy son objeto de discriminaciones injustas. En efecto, hay que erradicar todo intento de marginación contra las poblaciones indígenas. Ello implica, en primer lugar, que se deben respetar sus tierras y los pactos contraídos con ellos; igualmente, hay que atender a sus legítimas necesidades sociales, sanitarias y culturales. Habrá que recordar la necesidad de reconciliación entre los pueblos indígenas y las sociedades en las que viven.” La Iglesia en América, nro.64.

El proceso histórico que determinó el despojo violento de estos pueblos de su tierra y de buena parte de su patrimonio cultural, es el mismo que hoy concreta el despojo también violento de grandes masas poblacionales sin importar su condición racial.

Está claro entonces, que superar la discriminación y marginalidad de que son objeto los pobladores y comunidades indígenas supone superar al mismo tiempo la discriminación y la marginalidad de la población en su conjunto, y esto sólo es posible desde la aceptación y profundo respeto por la interculturalidad fuertemente vigente en Patagonia.

“Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno. He ahí, pues, la raíz primera del destino universal de los bienes de la tierra. Esta, por su misma fecundidad y capacidad de satisfacer las necesidades del hombre, es el primer don de Dios para el sustento de la vida humana. Ahora bien, la tierra no da sus frutos sin una peculiar respuesta del hombre al don de Dios, es decir, sin el trabajo. Es mediante el trabajo como el hombre, usando su inteligencia y su libertad, logra dominarla y hacer de ella su digna morada. De este modo, se apropia una parte de la tierra, la que se ha conquistado con su trabajo: he ahí el origen de la propiedad individual. Obviamente le incumbe también la responsabilidad de no impedir que otros hombres obtengan su parte del don de Dios, es más, debe cooperar con ellos para dominar juntos toda la tierra.” Centessimus Annus, nro. 31.

Tierras fiscales, principal patrimonio

Si bien en la región pampeana la "regularización" de las tierras en manos de los poderosos quedó consolidada desde hace ya más de un siglo, en Patagonia, en cambio, el Estado no ha podido concluir con dicho proceso, quedando importantes áreas de tierras fiscales en las provincias norpatagónicas y en la isla de Tierra del Fuego, razón por la cual los Estados provinciales se ven aún obligados a tomar determinaciones centrales respecto de los criterios de utilización de dichas tierras.

Solamente la provincia de Río Negro cuenta con cuatro millones ochocientas mil hectáreas de las tierras denominadas "fiscales" conformando el 25 % de la superficie provincial. (lo que la constituye en el principal terrateniente de la Patagonia) En el caso de Chubut hablamos de 3.048.000 has, es decir el 12 por ciento del total de la provincia. Todas ellas se encuentran ocupadas, de una forma o de otra, por pobladores individuales y sus familias, en muchos casos pequeños productores de origen mapuche que, en el mejor de los casos, sólo cuentan con el denominado "permiso precario de ocupación".

Existe un marco legal que en líneas generales consagra progresistas conceptos, tales como "La tierra es un instrumento de producción, considerada en función social", mencionando luego como fin que "la tierra sea de propiedad del hombre que la trabaja, siendo asimismo base de su estabilidad económica, fundamento de su progresivo bienestar y garantía de su libertad y dignidad".(art. 2, ley 279 de Río Negro).

Sin embargo, se viene ejerciendo presión de hecho a través de los intereses que operan muchas veces contando con la ineficiencia e incluso la complicidad del estado, y de derecho, intentando modificar estas normas. Desde una concepción de rentabilidad y eficiencia se pretende la no viabilidad de la enorme mayoría de los productores, que no estarían en condiciones de competir por escala y tecnología en las condiciones que hoy define el mercado. Se van así creando condiciones para el despojo de miles de pequeños minifundistas y pequeños productores de la Patagonia.

Las tierras fiscales en la "mira"

Algunos antecedentes, como la ley provincial 3210 de Río Negro, también llamada de "FONDO FIDUCIARIO" ha sido dictada en octubre de 1998 con el objeto de determinar la transferencia de las tierras fiscales de la provincia a "Río Negro Fiduciaria S.A." para la "realización o concreción de otras operaciones cuya renta o producido se afectará a la atención del pago de las deudas del Estado provincial y a la afectación como contrapartida provincial de los créditos con la Banca Multilateral".

Si bien este peligroso criterio legal se halla suspendido de hecho ante el reclamo de los productores y sus organizaciones, que dio pie al dictado de otra norma que, hoy por hoy, excluye de Río Negro Fiduciaria S.A. a las tierras fiscales, resulta aún así un peligroso antecedente y un motivo de preocupación para los distintos productores y ocupantes de las tierras fiscales provinciales, que ante cualquier vaivén legislativo podrán ver de un momento a otro a sus tierras integrando nuevamente este fondo "de garantía" para la deuda pública interna y externa del Estado Provincial.

No olvidemos que hoy esa provincia posee un importante pasivo y un escaso patrimonio estatal luego de las privatizaciones de los años 90, lo que puede llevar a la tentación de utilizar la tierra fiscal como principal garantía de esa deuda pública. Llegando a Chubut, se tomó conocimiento de una encuesta organizada en años recientes consultaba lo que opinaba la población respecto de canjear la deuda pública del estado por tierras fiscales.

Notable estado público tomó también la iniciativa propuesta desde la Secretaría de Medio Ambiente a nivel nacional, por entonces a cargo de la Ing. Alzogaray, de canjear "verde por verde", haciendo con ello alusión a la posibilidad de eliminar, o reducir sensiblemente la deuda externa nacional, entregando los Parques Nacionales a las naciones acreedoras de la Argentina para que sean ellas quienes los administren.

Más allá de la viabilidad concreta de estos dichos y hechos, lo cierto es que son antecedentes que hablan de intenciones que han estado presentes en actores políticos, y que tienen un contexto concreto a partir del interés que despierta Patagonia en el mundo.

EL COMPROMISO

Ante la injusticia estructural que se viene observando en torno a la tenencia y al modo de aprovechamiento de la tierra en la Patagonia, se han venido reuniendo en foros permanentes las cooperativas, pequeños productores, comunidades originarias, vecinos autoconvocados contra la minería, grupos ecologistas, equipos de pastoral social de diversas diócesis, tanto como grupos de técnicos y especialistas comprometidos con el desarrollo de sus regiones.

La misión histórica de esta generación es poner las cosas en su lugar, vinculando de manera creativa la gente con la tierra, de cara a una responsabilidad y un compromiso con el presente y el futuro.

Porque esta situación implica, no solo una pérdida de un recurso estratégico para la población, sino también un menoscabo en la soberanía de los estados en relación con las políticas públicas que podrían haberse implementado respecto de las mismas a favor del bienestar de todos los administrados y no de unos pocos. Esa misma pérdida de poder de decisión sobre la tierra se hace extensiva a los recursos naturales esenciales, como el agua, los minerales o la energía, racionalmente aprovechados.

Aunque la Patagonia posea una gran extensión, con enormes recursos y poca población, es obvio que la misma podrá albergar más población y obtener el bienestar para todos sus habitantes en la medida en que logremos garantizar un uso sustentable de sus recursos centrales: la gente y la tierra.

Las condiciones necesarias para que esto ocurra deberán ser generadas entre todos, por lo que será útil discutirlas desde las diferentes miradas (sectoriales, ideológicas, religiosas, culturales) buscando una síntesis que nos abarque en la diversidad, y que tenga en esta diversidad su principal sustento.

Siendo la tierra el bien estratégico por excelencia, en tanto medio de producción y recurso para el desarrollo de la vida y la promoción humana, la misma constituye un factor fundamental, no sólo para la subsistencia sino también para acceder a un desarrollo sustentable y con equidad, el que deberá considerarse como una verdadera alternativa al modelo económico imperante ante la crisis estructural de nuestro país.


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